Consultor europeo propone estrategia unificada para atraer turismo internacional.
Eric Ordóñez/Ultimátum
Chiapas tiene ante sí una oportunidad histórica para reposicionarse en el mapa turístico internacional y romper, de una vez por todas, con los estereotipos que durante años lo presentaron hacia el exterior como un territorio asociado al conflicto antes que a la belleza, la cultura y la hospitalidad de su gente. Esa es la convicción que comparte el periodista y productor español Fernando Valmaseda, fundador de un grupo de consultoría turística con presencia en España, Alemania y México, quien visitó la entidad con el objetivo de levantar un gran reportaje y, en paralelo, articular una estrategia de promoción integral que conecte a Chiapas con los mercados europeos.
“Vengo a comprobar con mis propios ojos lo que se dice fuera, a contarle a España y a Europa que Chiapas no es un lugar de morbo, sino un destino sorprendente y diverso que merece ser conocido con calma”, resumió, después de varios días recorriendo el estado desde costa hasta montaña y de sostener encuentros con representantes del Legislativo y del Ejecutivo, empresarios del ramo y actores del ecosistema turístico local.
Su balance inicial se condensa en una palabra: sorprendente. Sorprendente por la diversidad de paisajes y climas, por el patrimonio natural y cultural, por una gastronomía con hondas raíces históricas y por una calidez humana que —dice— se percibe desde que el visitante pisa el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, donde el trato y la organización “marcan una diferencia que no se encuentra en otros lugares del mundo”.
Desde su experiencia —156 países visitados y 35 años de trabajo en comunicación turística—, Valmaseda sostiene que el relanzamiento de Chiapas pasa primero por dos conceptos clave para cualquier viajero internacional: seguridad y confianza.
En su visita subraya un punto que considera determinante: el cambio de clima que percibe con la nueva administración estatal en materia de seguridad. Ese viraje, añade, debe acompañarse de una construcción de confianza encabezada por el sector empresarial, capaz de ordenar la oferta, profesionalizar servicios, invertir y sostener un discurso común orientado a mercados de alta derrama económica.
A partir de ahí, lo demás es método: identificar, empaquetar y comunicar productos turísticos con una narrativa diferenciada que posicione a Chiapas como un destino único. En este mapa de productos, el especialista coloca en primer plano el birding o turismo ornitológico, un nicho de alta especialización que atrae viajeros con alto poder adquisitivo y estancias largas.
Chiapas, afirma, puede convertirse en referencia mundial si ordena rutas, capacita guías, certifica estándares y facilita infraestructuras ligeras respetuosas del entorno. Junto a ello, propone una lectura integral de la naturaleza como plataforma de experiencias: no se trata solo de aventura, como ocurre con países que han acotado su oferta a selva y adrenalina; se trata de vincular esa naturaleza con cultura viva, patrimonio arqueológico y gastronomía de territorio.
En ese sentido, ubica dos pilares culturales que deben comunicarse al mundo con la misma fuerza: la civilización maya —con Palenque como estandarte global— y la cultura zoque, “madre de tradiciones que impregnan amplias zonas del estado y cuya potencia narrativa está aún por revelarse al gran público internacional”.
La gastronomía, insiste, es el segundo motivo de viaje a escala mundial y Chiapas posee un relato culinario excepcional porque descansa en productos, técnicas y festividades que cambian de región a región y conectan al comensal con siglos de historia. Menciona el cacao y el café como vectores naturales para diseñar rutas que crucen comarcas, integren productores locales y detonen cadenas de valor en comunidades; celebra la singularidad de las mesas de la costa frente a las de San Cristóbal o Comitán; y suelta una imagen que sintetiza su propuesta: cada platillo chiapaneco “es una clase de historia servida en la mesa”, capaz de emocionar a quien llega de fuera y reconoce en él un puente entre el pasado y el presente.
El rediseño del mensaje hacia Europa, aclara, no puede ignorar la sensibilidad histórica entre México y España. Para Balmaceda, lo inteligente es reivindicar los vasos comunicantes —idioma, arquitectura, tradiciones, cocina— y convertir ese tronco común en una ruta de ida y vuelta: que los españoles vengan a Chiapas y que los chiapanecos viajen a España.
Así se construyen mercados recíprocos, lealtad y flujo constante. Por eso su agenda no se limita a producir contenidos audiovisuales; busca también alinear voluntades en torno a un plan de promoción de mediano plazo, escalable, que empiece por España y Portugal y, en una segunda etapa, alcance a Francia, Alemania, Italia e Inglaterra.
Tras su ronda de reuniones, el periodista reconoce talento, voluntad y amor por la tierra en la clase política y en los empresarios locales, pero también detecta fracturas y agendas dispersas que, de mantenerse, impedirían el salto cualitativo. Su exhorto es directo: sentarse en una misma mesa, acordar una estrategia única de Estado y entender que la marca Chiapas está por encima de protagonistas, siglas y coyunturas.
“Cuando la política tira para un lado y el empresariado para otro, no hay campaña que resista. El gobernador debe liderar el proceso, unir, fijar horizontes y ponerse al frente de la proyección internacional”, sentencia, convencido de que el mismo liderazgo que permitió mejorar la seguridad debe desplegarse ahora para ordenar el sector turístico y atraer inversión. Ese liderazgo, propone, debe expresarse en reglas claras, seguridad jurídica, coordinación interinstitucional y una agenda público-privada que marque prioridades: profesionalización, conectividad y promoción segmentada sustentada en inteligencia de mercados.
La iniciativa que representa Valmaseda opera precisamente bajo esa lógica de alianzas. Se trata de un consorcio de cuatro consultoras —una alemana, dos chiapanecas y una española— que han decidido sumar capacidades para diseñar y ejecutar una estrategia integral de atracción de inversiones y promoción turística. Su punto de partida es simple: aman Chiapas, lo conocen y creen en su potencial. Su valor añadido, explica, es consolidar esa pasión en un proyecto con metodología, cronograma y métricas, donde la comunicación, la producción de contenidos y la comercialización se articulen en un plan continuo y no en acciones aisladas. Bajo ese paraguas, han construido la plataforma investinchiapas.com como ventana para interlocutar con inversionistas y operadores, y como señal de que el estado está listo para hacer negocios y recibir viajeros.
Del otro lado del mostrador, al visitante le aguarda un “continente dentro de un estado”: manglares y Pacífico, selva y media montaña, cañones y altiplanos, pueblos con fiestas que conservan ecos ibéricos —Ocozocoautla, Suchiapa, Chiapa de Corzo— y comunidades donde el legado zoque pide voz. La tesis es que esa suma de geografías y memorias, bien ordenada, puede competir con ventajas frente a destinos consolidados. Costa Rica, menciona a modo de contraste, se quedó en la naturaleza y la aventura; Chiapas añade cultura, cocina, patrimonios materiales e inmateriales y una hospitalidad que enamora. De ahí que su apuesta no sea un eslogan pasajero, sino un cambio de relato: pasar del exotismo distante a la experiencia profunda, del consumo rápido al viaje que se saborea “despacio, poco a poco y paso a paso”.
El reto no es menor. Requiere recursos, disciplina y, sobre todo, unidad. Pero Valmaseda se declara optimista. Ha visto el “mimbre” político para sostener el proyecto, la efervescencia creativa del sector privado y, sobre todo, un capital humano que, cuando se organiza, desborda capacidad. “Si en un año se pudo corregir buena parte del clima de inseguridad, ahora toca hacer lo propio con la imagen y la promoción. Es el momento de decidir qué Chiapas queremos mostrar al mundo y de trabajar todos en la misma dirección”, concluyó.

