Durante el acto del domingo, la presidenta colocó en segunda fila a figuras como López Hernández, “Andy” López Beltrán, Velasco Coello, Ricardo Monreal y Luisa Alcalde.
TAROT POLÍTICO/ULTIMÁTUM
Ya podemos afirmar que la elección popular de jueces no democratizó la justicia, la politizó. Pretender que la legitimidad de las urnas sustituya la legitimidad del conocimiento es el error más grave que pudo cometerse en un Estado de Derecho. La justicia no se aprende en campaña ni en mítines; se había construido con años de estudio, formación procesal y experiencia en la impartición imparcial del derecho. El primer efecto de esta reforma es evidente por la inseguridad jurídica. Los nuevos jueces -sin carrera judicial, sin dominio de la técnica ni experiencia en litigio en su mayoría- enfrentan una curva de aprendizaje prolongada y peligrosa. En ese proceso, cada error no será un simple fallo académico, sino una tragedia ciudadana con familias desprotegidas, empresas paralizadas y derechos vulnerados. La justicia se volverá incierta y contradictoria, al depender más de la ideología o simpatía del juzgador que del peso de la ley.
Peligrosa y perniciosa improvisación
El segundo efecto es más profundo porque estamos ante un profundo retroceso institucional. El Poder Judicial de la Federación había edificado, por décadas, una estructura basada en la profesionalización: concursos, escalafones, formación continua y precedentes que garantizan uniformidad. Desmantelar ese sistema para reemplazarlo con popularidad significó sin duda desmontar la esencia misma de la justicia técnica. Mientras los nuevos jueces “aprenden”, el país pagará el costo de sus tropiezos. La ley se convertirá en un terreno movedizo, donde la incertidumbre jurídica ahuyente inversiones, divida criterios y destruya confianza pública. Y sin confianza, el derecho deja de tener fuerza moral. En síntesis, la justicia no debía admitir ensayos. No se puede jugar a la democracia en un tribunal ni someter la técnica a la votación popular. Si el Poder Judicial pierde en definitiva su independencia y su profesionalismo, México retrocederá no una generación, sino un siglo en materia de justicia.
De Tarot y Adivinanza
Qué le parece: Manuel Velasco Coello y Adán Augusto López Hernández, juntos ayer en el evento de la presidenta Claudia Sheinbaum. Se comenta que ambos senadores concentran lo detestable y la pésima manera de hacer política para la primera jefa del poder ejecutivo de México, sin embargo, hay que soportarlos -hasta ahora- … servidos.

			
			