Las celebraciones no cesan. Este año se conmemora el 126 aniversario de su nacimiento, el 2 de octubre de 1869.
José Antonio Molina farro/Ultimátum
Las celebraciones no cesan. Este año se conmemora el 126 aniversario de su nacimiento, el 2 de octubre de 1869. Es inevitable exaltarlo para quienes abrazan el camino del amor omnipotente. Hace algún escribí sobre el Mahatma. Vivíamos, como hoy, tiempos de violencia inusitada. Hoy, cuando gran parte del mundo se desgarra en la inseguridad, la violencia, la pobreza, el fanatismo, el egoísmo y la fractura de la cohesión social. Hoy, cuando lo sólido se desvanece en el aire y proliferan los dipsómanos de la moral, la intolerancia, y la política de toma y daca, su filosofía deviene en ejemplo de grandeza intelectual y espiritual, indisociable de una admirable rectitud ética. Y cosas del destino, el profeta de la no violencia cayó ante la expresión más brutal y directa de la violencia. Premonitoriamente dos días antes de su muerte dijo: “Si he de caer bajo las balas de cualquier demente lo haré sonriendo. No habrá en mí la menor protesta. Dios estará en mi corazón y en mis labios”. El 30 de enero de 1948, Nehru dijo: “La luz se ha extinguido. Y sin embargo, resulta incierto decir tal cosa, pues la que brillaba no era una luz corriente. Dentro de mil años seguirá viéndola todavía este país al igual que el resto del mundo. Y es que ella era la verdad viviente”. Es un hecho histórico que al anunciarse el magnicidio cesó de inmediato todo disturbio y alboroto en ese enigmático país.
La imagen de su proceso evolutivo ofrece los contornos de una constante expansión interna que acierta a combinar con su carácter: sensibilidad hasta la ternura, serenidad, capacidad de adaptación y rigidez de principios, astuto y testarudo. En un interesante juicio sobre el Mahatma el político inglés H. N. Brailsford dice: “En buena parte residía su originalidad en que las tendencias femeninas de su estructura espiritual eran tan fuertes como las masculinas. Aquéllas se manifestaban por ejemplo, en su amor a los niños, en la alegría que le producía jugar con ellos, en la dedicación con que se entregaba al cuidado de los enfermos. Su amada rueca nunca ha dejado de ser un instrumento femenino. ¿Y no es la firmeza en la verdad un modo de vencer a través del sufrimiento propio, un método de mujer? En el Gandhi conservador y pacifista pervive su madre, mientras que el instinto masculino de lucha le hace ser un rebelde y un reformador”. Sobre el buen gobierno el Mahatma cree que sólo el hombre maduro, superior, espiritual, puede ser también un buen político, un dirigente práctico de las masas. “Estimo que si un hombre gana espiritualidad la gana con él el mundo entero, y que, si cae, cae también el mundo entero en la misma medida”.
Gandhi define el sentido de sus prolongados ayunos: “La función de mi ayuno consiste en purificar y liberar nuestras energías, en vencer nuestra inactividad y la torpeza de nuestro espíritu. Mi ayuno aísla las fuerzas del mal y éstas, al quedar aisladas, mueren, pues el mal carece por sí mismo de toda consistencia. Por eso espero de ellos que, impulsados por mi ayuno, trabajen aún con mayor fuerza”. Como un reguero de pólvora se difunde la noticia de que Gandhi está decidido a morir a menos de que se restablezca la paz. Los jefes de los grupos en pugna se presentan ante el anciano de setenta y ocho años, y según testigos presenciales les hizo prometer por escrito que “garantizarán con su vida el restablecimiento del orden”. Rahagopalachari dice: “Gandhi ha hecho muchas cosas, pero ninguna, ni siquiera la independencia, es tan maravillosa como su victoria sobre el mal en Calcuta”.
Todos sabemos del papel decisivo del Mahatma, “el humilde buscador de la verdad”, en la independencia de la India, y sus excepcionales aportaciones a la paz con su doctrina de la resistencia pasiva; su lucha con los mahometanos por la unidad interna, su visión de conservar el credo propio para una buena convivencia, la omnipotencia del amor, etc. Me detengo en otro aspecto, quizá el más vívido, el inmortal: “La religión anida en el corazón. Todos nosotros, hindúes, musulmanes, cristianos, etcétera, tenemos que escribir la interpretación de nuestra propia fe con nuestra roja sangre y no de otro modo…Mi hinduismo no es sectario. El fin no justifica los medios, ni siquiera para alcanzar un fin digno”. Y en un mundo que casi siempre piensa en los fines, es de singular rareza esa acentuación enfática. Gandhi se anticipa a la muerte. “La no violencia es lo único que no puede destruir la bomba atómica…Tu vida es tu palabra… Devolver un mal por otro, solo tiene por resultado la multiplicación del mal”. Ni duda, Gandhi vivió en el mundo sin ser de este mundo. “Perdonar es más viril que castigar”. “El camino va hacia dentro”. Gandhi es un piadoso, es sin disputa un genio del amor universal, un coloso de la filantropía. Es el amor social predicado y ejemplarizado al conjuro de la “revolución de los corazones”. El mismo Churchill, quien siempre fue despectivo con Gandhi, presenció como “…este faquir desnudo, con taparrabos, sandalias y su vara de bambú…que se atrevió a presentarse ante la reina”, le arrancó al Imperio Británico su más preciado florón. Al final de sus días el Mahatma mira desesperanzado los ríos de sangre entre mahometanos e hindúes. Unos y otros se lanzan a despedazarse. Lo invade el pesimismo y la desilusión. Nada tiene ya que decir. Según sus propias palabras no es ya sino “un lastre inútil en la tierra. Lo mejor sería que Dios me llevase a su lado”. Gandhi se despide. “Hoy no acabamos de asombrarnos ante los descubrimientos en el campo de la violencia. Pues bien, estoy seguro de que aún están por hacerse descubrimientos al parecer más inverosímiles en otro campo, el de la no-violencia”.
Nuevamente desinformación. En noviembre de 2019 nos enteramos de que el gobierno de los Estados Unidos, a través de la corporación privada OPIC, (Corporación de Financiamiento del Desarrollo de EU) firmó una carta de intención para beneficiar a Chiapas por 632 millones de dólares, destinados a mejorar infraestructura, sector agrícola y servicios logísticos, tendentes a detonar el desarrollo y generar empleos para frenar la migración. ¿Qué pasó?

