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EN BUSCA DE SPINOZA 

13 de octubre de 2025
in Opiniones
“Un solo cerebro, al ser más amplio que el cielo, puede acomodar confortablemente el intelecto de un buen hombre, y, además, el mundo entero”. 

“Un solo cerebro, al ser más amplio que el cielo, puede acomodar confortablemente el intelecto de un buen hombre, y, además, el mundo entero”. 

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“Un solo cerebro, al ser más amplio que el cielo, puede acomodar confortablemente el intelecto de un buen hombre, y, además, el mundo entero”. 

Emily Dickinson

José Antonio Molina Farro/Ultimátum 

Releer a Baruch Spinoza, redescubrirlo es ambrosía para el espíritu. A 348 años de su fallecimiento es impresionante su vigencia. Es uno de esos pocos autores que pueden cambiar una vida y hacerla digna de ser vivida. Antonio Damasio hoy por hoy autoridad mundial en neurociencia y autor del libro que intitula esta columna se pregunta: “¿quién era este hombre, que podía pensar sobre la mente y el cuerpo de maneras que no solo estaban en profunda contraposición al pensamiento de la mayoría de sus contemporáneos sino que son notablemente comunes más de trescientos años después? ¿Qué circunstancias produjeron un espíritu tan díscolo?” Escribe sobre cuatro Spinoza, el erudito en desacuerdo con la iglesia y la sinagoga y propone un nuevo camino para la felicidad y la salvación humana, el arquitecto político que describe las características de un Estado democrático ideal, el filósofo que utiliza un método de demostración geométrica para formular una idea del universo y de los seres humanos y el Spinoza protobiólogo. Baruch trastornó la concepción de Dios, la moralidad y la felicidad. Damasio fundó su teoría de las emociones en este excepcional ser humano, quien en su tiempo fue expulsado y maldecido por la comunidad judía, al no seguir los ritos y cursos talmúdicos, “por sus horribles herejías y actos monstruosos expulsamos, maldecimos y execramos a Baruch Spinoza, que sea maldito de día y de noche, durante el sueño y la vigilia… Que su nombre sea borrado para siempre de este mundo jamás”. Tenía veintitrés años de edad.
Razón y democracia. Todo su pensamiento descansa en la razón, en la idea de que es más fácil que un individuo se ponga de acuerdo con los demás si primero lo está consigo mismo. Aunque no lo dice explícitamente, nos da a entender que las democracias serán más vigorosas si los individuos son capaces de dominar sus miedos y bajas pasiones, la envidia, el resentimiento, el odio, los celos, el rencor, la frustración, etc. pues motivados por sus emociones, más que por la razón, los ciudadanos podrán elegir a dictadores y demagogos. Cuánta razón le dio la historia. Cuántas involuciones disfrazadas de vanguardia progresista.
Es uno de los más grandes e influyentes filósofos en la historia de la humanidad. Abrevaron con fruición de este filósofo, Renan, Arnauld, Novalis, Coleridge, quienes lo veían como un santo. Einstein, Nietzsche, Goethe, Flaubert, Freud, Heine, quien escribió que “nadie se ha expresado sobre la divinidad de manera más sublime que Spinoza”; el mismo Hegel expresó: {Para ser un filósofo primero has de ser un espinozista; si no tienes espinozismo no tienes filosofía}. “Para los filósofos solo hay dos filosofías: la nuestra y la de Spinoza”, dijo Henri Bergson. Y Borges sobre la {{beatitud}} spinoziana: “el más pródigo amor le fue otorgado, el amor que no espera ser amado”. Imposible abarcar en un artículo la vastedad y profundidad de su pensamiento. Es el padre de nuestra modernidad política. Y cómo no: pacto social, democracia, laicidad, igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, libertad de creencia y de expresión, todo lo abarcó este prolífico y singular genio. Fundador de la sicología de las profundidades, también fue filólogo, sociólogo y etólogo mucho antes de que tales disciplinas se consolidaran.
Dios. Toda su ética empieza por un conocimiento racional de Dios, no hay diferencia entre el amor que sentimos por Dios, el amor que Dios tiene por los hombres o el amor que Dios siente por él mismo. Todo está en Dios, Dios está en todo, Dios, Naturaleza y Cosmos son uno. Todo lo que vemos y tocamos es una extensión de la divinidad. Dios es el origen de todo lo que existe, es causa sui, causa de sí mismo, no creado y eterno. No hay que temerle porque nunca nos castigará, tampoco nos premiará. Lo que debemos temer es nuestro comportamiento. Cuando uno no consigue ser amable, solidario con los demás, se castiga a sí mismo, y se niega la oportunidad de conseguir la paz interior y la felicidad, aquí y ahora. Consideraba a la Biblia como un depósito de conocimientos valiosos, pero rechaza sus narrativas como revelación de Dios. Para él las profecías están condicionadas por los prejuicios personales y culturales de los profetas, y las profecías no deben leerse de forma literal. Asombrosamente Spinoza afirma que Cristo constituye una excepción a esa regla. “La voz de Cristo es la voz de Dios, la Sabiduría de Dios se ha encarnado en Cristo y Cristo se convierte en vía de salvación… se ha comunicado con Dios de espíritu a espíritu. Cristo equivale al hombre libre de verdad. Spinoza llegó a esta conclusión después de un estudio minucioso de los Evangelios y del Antiguo y Nuevo Testamento. No creía en la encarnación de Dios en el hombre Jesús. Jesús se convirtió en Cristo en la medida en que recibió y vivió a plenitud la sabiduría divina, de ahí que todo ser humano posee el espíritu de Cristo si pone en práctica las leyes divinas universales. Lo dice Baruch de manera soberbia, Cristo {inscribió la ley divina para siempre en el fondo de los corazones}, empezando por el amor al prójimo. Tres siglos antes que Gandhi comprendió que la verdadera revolución es interior y que es transformándose uno mismo como se cambia el mundo.
Su obra fue determinante para el desarrollo de la Ilustración, ¿cómo pudo ser su precursor a mediados del siglo XVIII?, incluso pionero de las democracias modernas. De él, dice Fréderic Lenoir, fue no solo una figura adelantada a su tiempo sino también al nuestro.
jose_molinaf@yahoo.com.mx

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