Ultimatum Chiapas
  • Noticias
    • Chiapas
    • Nacional
    • Municipios
    • Editorial
  • Opiniones
  • Policiacas
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Tecnología
No Result
View All Result
  • Noticias
    • Chiapas
    • Nacional
    • Municipios
    • Editorial
  • Opiniones
  • Policiacas
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Tecnología
No Result
View All Result
Ultimatum Chiapas
No Result
View All Result
Home Opiniones A ESTRIBOR

A ESTRIBOR

15 de octubre de 2025
in A ESTRIBOR, Opiniones
El lucrativo negocio del victimismo

El lucrativo negocio del victimismo

Compartir en FacebookCompartir en Twitter

El lucrativo negocio del victimismo

Juan Carlos Cal y Mayor/Ultimátum

Vivimos una época en la que la culpa se ha vuelto un recurso económico y el resentimiento, una carrera profesional. Desde las cátedras universitarias hasta los discursos de la política populista, florece una nueva industria: la del victimismo. Se presentan como defensores de los oprimidos, pero en realidad viven de ellos; los convierten en capital simbólico, en bandera, en discurso rentable. Hablan “a nombre de los otros”, pero sin consultarlos; los instrumentalizan para justificar su propia permanencia en el poder o en la nómina.

LA NUEVA CASTA
La paradoja es que quienes denuncian a las “élites” han terminado formando una nueva. Son los académicos con plaza vitalicia que sermonean sobre desigualdad mientras cobran del mismo Estado que critican. Son los políticos que reparten subsidios con una mano y votos con la otra, convencidos de que “dar” es mejor que “enseñar a hacer”. Son los nuevos curas del pensamiento correcto, herederos de la vieja inquisición ideológica, solo que ahora predican desde las universidades o desde los templos del progresismo digital.

LA CULPA COMO CAPITAL
El discurso del agravio se ha convertido en el nuevo oro del poder. Se fabrican ofensas históricas, se reciclan culpables y se inventan nuevas víctimas. Así, la historia deja de ser memoria para convertirse en un expediente judicial que se reabre cada vez que conviene. El mérito se desprecia porque contradice el relato; la superación personal es sospechosa, porque rompe el molde de la víctima eterna. ¿Para qué emanciparse, si el lamento da dividendos?

LOS SANTOS DEL AGRAVIO
En el terreno académico, el victimismo es una franquicia intelectual. Se invoca a Foucault, Gramsci o Fanon como si fueran profetas, pero pocos de sus seguidores han pisado una comunidad indígena o un ejido. Hablan de “pueblos originarios” como si fueran civilizaciones autóctonas, surgidas de la tierra, olvidando que toda la humanidad —también ellos— proviene de un mismo origen migrante en África. No hay pueblo “originario” en sentido literal: todos llegamos de alguna parte.
Defienden sus usos y costumbres como si fueran puramente ancestrales, cuando en realidad muchas de esas prácticas son fruto de las estructuras coloniales del virreinato: el cabildo, el reparto comunal, la iglesia del barrio, las cofradías, las fiestas patronales. Pretenden conservar a las comunidades como si fueran piezas de museo, inmóviles y aisladas, condenándolas al atraso en nombre de su “identidad”. Ese nativismo paternalista no emancipa: encierra. Las congela en la miseria, como si la pobreza fuera parte de su esencia y el desarrollo, una amenaza a su pureza.

LA EMANCIPACIÓN VERDADERA
La verdadera justicia social no se consigue alimentando resentimientos, sino generando oportunidades. No consiste en culpar al pasado, sino en transformar el presente. El progreso no nace del agravio sino del esfuerzo, del trabajo y de la educación. El victimismo es cómodo porque no exige cambiar, solo señalar culpables. Y mientras se mantiene viva la herida, se garantiza la renta política y académica de quienes viven de explotarla.
El día que dejemos de hablar a nombre de otros y empecemos a hablar con ellos, quizá descubramos que no necesitan redentores, sino respeto. Y que la dignidad, a diferencia del victimismo, no se administra desde el presupuesto ni desde el aula: se ejerce, se conquista y se vive.
Y, para colmo, esos mismos defensores oficiosos padecen una forma refinada del síndrome de Estocolmo: reniegan de Occidente, pero aman sus privilegios. Les fascinan los posgrados en España, los congresos en París y los viajes de shopping a Estados Unidos. Por eso, cuando les cancelan la visa, no hay peor castigo: se quedan sin causa, sin vitrina y sin destino.

El lucrativo negocio del victimismo
El lucrativo negocio del victimismo
Ultimatum Chiapas

© 2025 Editorial MOSA
Sitio creado por XION Tecnologías.

Navegación

  • Aviso de Privacidad

Redes Sociales

No Result
View All Result

© 2025 Editorial MOSA
Sitio creado por XION Tecnologías.