“Renovación del PAN, será real o solo un cambio cosmético”
Rodolfo L. Chanona/Ultimátum
El Partido de Acción Nacional (PAN) presentó su nuevo logotipo y proclamó el inicio de una “nueva era”. El acto, encabezado por Jorge Romero Herrera, incluyó una marcha del Monumento a la Revolución al Ángel de la Independencia, la presentación del nuevo logo y la promesa de abrir el partido a nuevas generaciones mediante afiliación digital y candidaturas ciudadanas, ha generado críticas y cuestionamientos al plantearse ¿si, es una verdadera renovación o sólo un cambio cosmético?
El gesto tiene un valor simbólico. Reconoce que el PAN, como muchas fuerzas tradicionales, atraviesa una crisis de identidad y desconexión social. Cambiar la imagen busca reconectar con la ciudadanía, pero los símbolos no sustituyen las transformaciones de fondo. La credibilidad de la oposición depende de algo más que de una nueva marca.
La oposición en México vive un momento de debilidad. Morena domina amplias estructuras de poder, mientras que PAN, PRI y PRD han perdido fuerza y claridad ideológica. En este contexto, el cambio de imagen del PAN es un intento por reposicionarse, aunque enfrenta tres desafíos fundamentales. Primero, definir un proyecto propio, más allá del “anti-Morena”. Segundo, decidir si puede reconstruirse solo o necesita alianzas más amplias. Tercero, recuperar la confianza ciudadana a través de resultados tangibles, no de promesas recicladas.
La renovación partidista, como son los nuevos liderazgos o mecanismos de participación y transparencia, son necesarios, pero insuficientes. México requiere una renovación política profunda, donde los ciudadanos perciban que su voto transforma la forma de gobernar, no solo los nombres ni los logos. El problema no es solo del PAN, sino del sistema político en su conjunto, donde existe un modelo agotado de partidos cerrados, liderazgos reciclados y discursos vacíos; tal y como, actualmente está presenciando la ciudadanía mexicana, de cómo los políticos priistas ahora son morenistas, o reciclados de otros partidos políticos, siendo la misma clase política que solo se cambia de camiseta.
La nueva imagen del PAN busca atraer a los jóvenes, pero el riesgo es que se perciba como un maquillaje. Como apuntaron algunas voces críticas, “cambiaron el logo, pero no las caras”. Si el partido no modifica sus prácticas internas, su estructura de poder ni su cultura organizacional, el cambio quedará en lo superficial.
De cara al 2027, la oposición tiene una oportunidad limitada. El oficialismo muestra un claro desgaste, pero aún domina el discurso público. Para competir, el PAN y sus aliados deben ofrecer soluciones concretas (seguridad, empleo, justicia, medio ambiente, educación). No bastan los eslóganes ni la nostalgia.
El relanzamiento panista es un paso que reconoce su crisis y busca reanimar su identidad. Pero el país exige más que renovación partidista, una renovación política. Una política que recupere la confianza ciudadana, fortalezca contrapesos e instituciones y genere representación real. Si el PAN logra traducir su nuevo rostro en nuevos hechos, podrá recuperar relevancia. Si no, su “nueva era” quedará como un ejercicio estético más.
En el fondo, los mexicanos no piden más colores ni logotipos, sino políticos que los escuchen y los representen con honestidad, no como lo estamos viendo ahora con MORENA, el cual, esta plagado de corrupción, dehonestidad y hasta ha sido señalado de ser un Narcopartido. La verdadera modernización no será de imagen, sino de conciencia democrática. El reto de la oposición —y del PAN en particular— es demostrar que puede ser parte de esa transformación, y no sólo un espectador decorado de azul oscuro.

			
			