En sus páginas se ve lo que estaba pasando en la literatura de ese tiempo. Ella observa lo que surge en México, en América Latina y en Europa.
Marco Antonio Orozco Zuarth/Ultimátum
Poco antes del accidente que terminó con su vida, Rosario Castellanos envió desde el extranjero el manuscrito que después se publicaría como El mar y sus pescaditos. Este hecho le da al libro un tono especial: no es solo otro volumen de ensayos, sino una obra escrita en un momento de cambio, casi como si fuera un legado final. Allí queda reunida su manera de leer, de pensar la literatura y de ejercer la crítica con seriedad y honestidad.
Publicado originalmente por la Secretaría de Educación Pública, en la Colección SepSetentas, núm. 189, en 1975, reúne reseñas, notas y reflexiones que Rosario escribió en los últimos años de su vida como académica y diplomática. En sus páginas se ve lo que estaba pasando en la literatura de ese tiempo. Ella observa lo que surge en México, en América Latina y en Europa. Cada texto no es solo una opinión: es un registro de lo que estaba leyendo, de lo que estaba cambiando en el mundo literario y de cómo esas novedades podían influir en nuestra manera de escribir y entender la cultura.
El título, El mar y sus pescaditos, es una metáfora sencilla pero poderosa: el “mar” representa las grandes corrientes literarias y los “pescaditos” son las obras pequeñas, las voces individuales. Rosario nos invita a leer la literatura fijándonos en ambas cosas: en las grandes tendencias y también en los detalles menores que hacen único a cada escritor. Para ella, esa combinación entre lo grande y lo pequeño es clave para entender los textos.
En la primera parte del libro, Castellanos se ocupa de las corrientes más innovadoras de Europa. Habla del nouveau roman y de autores como Claude Simon, Michel Butor y Alain Robbe-Grillet, quienes rompen con la forma tradicional de contar historias. Aunque reconoce su audacia, también analiza sus límites. Es decir, no se deja llevar por la novedad solo por ser novedosa: examina qué funciona y qué no en esa propuesta narrativa.
También se detiene en la obra de Samuel Beckett, tanto en su teatro como en sus novelas. Aunque sus textos parecen sencillos, destaca que esconden una gran complejidad. Beckett usa el lenguaje para hablar del vacío, de la espera, del desconcierto humano. Ella subraya lo difícil que es traducir su estilo y lo cuidadoso que es con cada palabra.
Después de ese recorrido por Europa, mira hacia la literatura anglosajona de Estados Unidos, donde identifica nuevas formas de narrar y nuevas búsquedas estéticas. Pero tampoco deja fuera lo que estaba pasando en América Latina, donde surgía una narrativa fresca, más libre y experimentada. La autora reconoce ese impulso creativo, pero lo analiza con equilibrio, sin exagerar su importancia y sin ignorar sus fallas.
En este tramo aparece también Jorge Luis Borges, a quien considera un autor que ha alcanzado plena madurez. Ya no lo ve solo como un escritor argentino brillante, sino como alguien cuyo pensamiento y estilo influyen en la literatura mundial. Se ocupa de analizar su lenguaje, sus juegos con lo infinito y las paradojas, y su manera de cuestionar la realidad.
Sin embargo, el libro no se queda únicamente en lo que ocurre afuera. El mar y sus pescaditos dedica una parte importante a observar lo que se escribe en México. Analiza la literatura mexicana de su tiempo con una mirada crítica pero respetuosa. Pensaba que la crítica debía servir para comprender y mejorar, no para destruir. Sus observaciones permiten conocer las inquietudes, los temas y los debates que movían a los escritores mexicanos de los años sesenta y setenta.
Una de las características más importantes del libro es su mezcla de géneros. No es una simple colección de reseñas ni un libro académico rígido. Más bien es una forma de mediación cultural: actúa como una lectora que comparte lo que entiende y enseña a mirar más allá de la superficie de los textos. Explica cómo las obras modifican el lenguaje, qué ideas transmiten y qué tipo de mundo imaginan. Para ella, leer siempre implica pensar, entender y asumir cierta responsabilidad.
La crítica que hace en estos ensayos no es neutral. Tiene un componente ético y político. Observa cómo la literatura puede reforzar desigualdades o ayudar a cuestionarlas. Habla de temas como la marginación cultural, la representación de los pueblos indígenas, la desigualdad social y el papel de la mujer en la literatura. Su formación filosófica se nota en la profundidad con la que analiza estas cuestiones, siempre a través del lenguaje.
El estilo de nuestra literata-filosofa también merece atención. Escribe con claridad, sin adornos innecesarios. Cada frase está pensada para decir algo importante y para invitar a la reflexión. Ese estilo directo y bien cuidado hace que el libro sea accesible tanto para especialistas como para lectores comunes interesados en la literatura.
Además, El mar y sus pescaditos puede verse como un documento histórico. La autora conecta lo que ocurre en América Latina con lo que se escribe en Europa y Estados Unidos. Esto muestra que la crítica mexicana estaba atenta a los debates literarios internacionales. Sin embargo, nunca pierde de vista los temas que le preocupaban en su país: la relación entre historia y ficción, la identidad cultural, la memoria de los grupos marginados y el lugar de la mujer en el mundo literario.
En su conjunto, el libro funciona como un cuaderno de trabajo en el que una lectora incansable anota sus ideas, dudas y entusiasmo por la literatura. No quiere imponer reglas rígidas, sino ofrecer herramientas para leer de manera más profunda. Invita al lector a observar tanto las grandes corrientes como los detalles pequeños, a no quedarse con lo superficial y a pensar siempre más allá.
Así podemos concluir que El mar y sus pescaditos es un libro que combina crítica literaria, ética y una idea muy personal de lo que significa leer. En sus páginas, Rosario Castellanos muestra que leer no es solo pasar páginas o acumular títulos, sino entrar en diálogo con los textos, cuestionarlos y dejar que nos transformen. Su voz — firme, reflexiva y humana— nos recuerda que leer es una forma de libertad y también una responsabilidad. Gracias a eso, su libro no solo es un testamento literario, sino una guía luminosa para quienes deseamos leer con sensibilidad, con precisión y con conciencia.

