“Mi país, mi patria, la tierra en la que he vertido mi sangre, aquí es donde estoy de pie, para ser el guardián de mi tierra natal. Mi país, mi nación, mi gente y mi patria, proclamemos; ¡mi país, unámonos! Larga vida a mi país, larga vida a mi Estado, mi nación, mi patria en su totalidad. Construye su alma, despierta su cuerpo, ¡Por mi gran país! Mi gran país, independiente y libre mi hogar y mi país, a los que quiero. Mi gran país, independiente y libre, ¡larga vida a mi gran país!”. Himno de Indonesia
José Antonio Molina Farro/Ultimátum
Este último epígrafe se encuentra en una deteriorada estación de Buenos Aires, descolorida, trazada con tiza y apenas legible, en una pared desmoronada.
En este mismo espacio hemos hablado del Dios cósmico de Spinoza, este genio de la historia, maestro de la psicología de las profundidades, precursor de la Ilustración, de las democracias modernas y del pacto social, y quien, según Einstein, inició la revolución metafísica hace más de trescientos años que él elaboraba en la física. Dios como “causa sui, sustancia única y eterna, causa de sí mismo”. No en el Dios de la Biblia. Dios, naturaleza y cosmos son lo mismo, todo lo que vemos y tocamos son una extensión de la divinidad. Tiene un dictum: “No burlarse, no lamentarse sino comprender”.
Albert Einstein, quien nunca dejó de reflexionar la relación entre la ciencia y la religión, escribió en un ensayo publicado en 1931 y titulado Mi visión del mundo: “Saber que existe algo que nos resulta impenetrable, conocer las manifestaciones de la razón más profunda y de la belleza más deslumbrante, que no son accesibles a nuestra razón sino bajo sus formas más primitivas: este conocimiento y este sentimiento constituyen la verdadera religiosidad… el misterio de la eternidad de la vida, la conciencia y el sentimiento de la admirable construcción del mundo existente, la delicada búsqueda de la comprensión de una parte, por minúscula que sea, de la razón que se manifiesta en la naturaleza: todo esto, por mi parte, me basta”.
“El hombre es un puente entre dos eternidades, la eternidad de la naturaleza y la eternidad de Dios”. Esta es una metáfora de la filosofía de Nietzsche como la superación del estado actual del ser humano y la superación de este estado, el hombre como proceso de transición, no como fin. Es el Dios de los filósofos y nos preguntamos sobre el sentido de la vida.
Hay quienes lo ven como un legislador severo y mundano e invocamos a este hombre enojado en el cielo, para justificar miles de guerras, normas, conflictos, etc. Se han escrito bibliotecas enteras para explicar hasta el más mínimo detalle qué es lo que Él quiere exactamente y qué no le gusta. Es el Dios de los cruzados y los yihadistas, e los inquisidores, de los misóginos y los homófobos.
Era anticristiano (negación de la vida y una forma de nihilismo) y un ateo “profundo y crítico que diagnosticó la muerte de Dios” como un hecho cultural en la modernidad, que implicó la pérdida de los fundamentos morales y trascendentes tradicionales.
En lo personal confieso que no sé qué es la vida, no sé qué es la conciencia. La experimento, pero no la entiendo. Debo decir que sé que yo y la comprensión somos tan pequeños que hay muchas cosas que no he comprendido. A mí mismo no me he comprendido… La mejor respuesta a esto es: Dios lo sabe. Pero no sé en realidad qué o quién es Dios.
Agrego un ingrediente sublime: el amor. El kairós de la humanidad ha sido y seguirá siendo el amor. Dar amor es dar los sentimientos más profundos. Dar es, a mi modo de ver, el acto esencial, pues dar es recibir. Es solidaridad.
YUVAL NOAH HARARI.A veces cuando la gente habla de Dios, se refiere a un enigma enorme e impresionante, del cual no sabemos absolutamente nada. Invocamos a ese Dios misterioso para explicar los enigmas más profundos del cosmos. ¿Por qué hay algo en lugar de nada?, ¿Qué es la conciencia y de dónde procede? No tenemos respuesta y damos a nuestra ignorancia el nombre de Dios. No podemos decir nada concreto sobre Él.
Cuando a los creyentes se les pregunta si Dios en verdad existe suelen hablar de los misterios enigmáticos del universo y de los límites del conocimiento humano. “La ciencia no puede explicar el big bang -exclaman- de modo que tiene que haberlo hecho Dios. Los creyentes sustituyen rápido el misterio cósmico por el legislador mundano, y lo utilizan para condenar biquinis y divorcios. Quienquiera que sea el responsable no le importan e interesan que nombre le demos nosotros, los simios.
ÉTICA IMPÍA. El misterio cósmico no nos ayuda en lo más mínimo a mantener el orden social. La gente suele defender que tenemos que creer en un dios que proporcionó algunas leyes muy concretas a los humanos; de lo contrario, la moral desaparecería y la sociedad se sumiría en un caos primigenio. La creencia en dioses fue vital para varios órdenes sociales con consecuencias positivas. De hecho, las mismas religiones que inspiran odio y fanatismo en algunas personas inspiran amor, y compasión en otras. Sin embargo, de ello, la fe religiosa no es condición necesaria para el comportamiento moral. Entre los humanos la moral está presente en todas las sociedades, aunque no todas crean en el mismo dios o crean en ningún dios. Las leyes del hinduismo, del judaísmo fueron muy útiles durante miles de años para mantener el orden social, pero no son fundamentalmente diferentes de las leyes e instituciones seculares. La moral no significa “seguir los mandatos divinos sino “reducir el sufrimiento”. Sólo necesitamos comprender de manera profunda el sufrimiento. No obstante, la gente asesina, viola y roba, porque solo entiende de manera superficial lo que ello causa. Se obsesiona en satisfacer su lujuria o su avaricia inmediatas. Aún los inquisidores más terribles que infligen a sus víctimas tato dolor como sea posible suelen emplear técnicas deshumanizadas. ¿Por qué no matar a los extraños y arrebatarles sus posesiones para enriquecerme yo y los míos? Cada acto violento en el mundo empieza con un deseo violento en la mente de alguien que perturba la paz y la felicidad de otra. Así la gente la gente rara vez roba, a menos que primero genere ira y odio. Las emociones como la avaricia, la envidia, la ira y el odio son harto desagradables. Nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu. El valor de un legislador depende del comportamiento de sus devotos. Si actúan bien pueden creer lo que quieran. Si visitar un templo hace que la gente experimente paz y armonía maravilloso. No visitar ningún templo ni creer en ningún dios también es también una opción viable. No hace falta invocar el nombre de Dios para llevar una vida moral. El laicismo puede proporcionarnos todos los valores que necesitamos.
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