No se trata únicamente de camas, médicos o infraestructura; también se trata de personas dispuestas a donar un poco de sí para que otros sigan adelante.
Tras Bambalinas/César Solís
En tiempos donde los discursos oficiales suelen perderse entre promesas grandilocuentes y realidades que no siempre les siguen el paso, hay gestos que aunque parezcan simples, dejan ver hacia dónde realmente se mueve la brújula institucional. Y uno de ellos ocurre estos días en el Hospital General IMSS-Bienestar de Tapachula, donde no se está convocando a burócratas ni a operadores políticos, sino a héroes: donadores altruistas de sangre.
La invitación es directa: 8 y 9 de diciembre. Turno matutino y vespertino el primer día; matutino el segundo. Nada de protocolos interminables ni ceremonias para la foto. Solo un llamado claro a la ciudadanía para sumarse a una causa que, aunque silenciosa, sostiene vidas todos los días.
Porque detrás del lema “para todas las personas, en todos los lugares, estamos construyendo los servicios públicos de salud”, hay una verdad que muchas veces olvidamos: los hospitales no funcionan solo por presupuesto o estructura, sino por una comunidad que entiende que la salud pública es un esfuerzo compartido. No se trata únicamente de camas, médicos o infraestructura; también se trata de personas dispuestas a donar un poco de sí para que otros sigan adelante.
En medio de la crispación política, de la disputa por narrativas y de las agendas que todo lo polarizan, la donación de sangre nos regresa a lo básico: salvar vidas sin pedir nada a cambio. Y eso, en un país donde el egoísmo suele ser convertido en virtud, ya es un acto profundamente político.
Así que sí, en el IMSS-Bienestar están reclutando héroes. No llevan capa ni buscan reflectores. Llegan temprano, extienden el brazo y aportan lo más valioso: humanidad. Y en estos tiempos, créame, eso vale más que cualquier discurso.
REFLECTORES
En el reacomodo político que vive Chiapas rumbo a la nueva ERA, hay figuras que comienzan a tomar un papel estratégico sin necesidad de reflectores. Una de ellas es el subsecretario de la Secretaría de la Frontera Sur, Carlos Siles, quien poco a poco se ha convertido en el interlocutor natural entre la visión del Gobernador y los actores técnicos del Soconusco.
Su oficina, la Subsecretaría de Desarrollo Socioeconómico, dejó de ser una ventanilla discreta para transformarse en un engranaje clave del proyecto regional. Ahí se están articulando acuerdos, afinando diagnósticos y, sobre todo, tejiendo puentes entre el conocimiento especializado y las realidades del territorio.
En una frontera donde la complejidad social y económica exige algo más que discursos, el valor político está en saber escuchar y al mismo tiempo traducir necesidades en rutas concretas de trabajo. Y eso es justo lo que está ocurriendo: diálogo técnico, acuerdos sostenibles y una operación fina que empieza a marcar la pauta en el avance de la Nueva ERA de la Frontera Sur.
No es casualidad; es construcción. Y en política, ese es el capital que más pesa.
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