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Romper inercias, el reto del presupuesto de Chiapas

14 de diciembre de 2025
in Opiniones
Romper inercias, el reto del presupuesto de Chiapas
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Chiapas sigue encabezando los indicadores nacionales de pobreza, marginación y rezago social. La pregunta es inevitable: ¿por qué a pesar de tener más presupuesto no ha podido reflejar en más bienestar?

Más allá del discurso/Carlos Serrano 

Durante la última década, el presupuesto de egresos de Chiapas ha mostrado una tendencia claramente ascendente. Año con año, los montos aprobados han crecido hasta superar, en 2026, los 141 mil millones de pesos. Sin embargo, ese aumento sostenido no se ha traducido en un cambio estructural de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Chiapas sigue encabezando los indicadores nacionales de pobreza, marginación y rezago social. La pregunta es inevitable: ¿por qué a pesar de tener más presupuesto no ha podido reflejar en más bienestar?

La respuesta no es sencilla, pero sí incómoda. Durante años, el gasto público se concibió más como un mecanismo de administración de la pobreza que como una herramienta de transformación. Una parte significativa del presupuesto se concentró en gasto corriente, nómina, estructuras administrativas sobredimensionadas y programas sociales desarticulados, sin evaluación de impacto ni visión de largo plazo. Se gastó mucho, pero se invirtió poco en cambiar las causas profundas de la desigualdad.

A ello se sumó una planeación deficiente. Los presupuestos se elaboraron, en muchos casos, sin diagnósticos sólidos, sin metas claras y sin indicadores que permitieran medir resultados. El dinero se ejercía, pero no necesariamente se orientaba a fortalecer capacidades productivas, a detonar economías regionales o a cerrar brechas históricas en educación, salud e infraestructura básica. El resultado fue un círculo vicioso, con más recursos, pero con las mismas carencias.

Cuando Eduardo Ramírez asumió la gubernatura hace un año, lo hizo en un contexto especialmente adverso, puesto que recibió un estado con una profunda crisis de seguridad, una deuda pública que limitaba el margen de maniobra financiera, prácticas de corrupción arraigadas y un presupuesto heredado, mal planeado, que no respondía a las urgencias reales de la población. Gobernar en esas condiciones implicó, primero, contener la emergencia antes de poder pensar en la transformación.

El primer año fue, en muchos sentidos, de ordenamiento. Recuperar la gobernabilidad, restablecer la seguridad y poner disciplina en el manejo de los recursos fue una condición indispensable para cualquier intento de cambio profundo, porque sin estabilidad, ningún presupuesto, por alto que sea, puede generar desarrollo.

En este contexto se inscribe la aprobación del Presupuesto de Egresos 2026, con un monto de 141 mil millones, 122 millones, 50 mil 966 pesos, concebidos bajo un enfoque social y humanista, con la intención explícita de atender las necesidades estructurales de Chiapas y no solo sus síntomas. La diferencia no está solo en el monto, sino en la lógica que lo sustenta, de priorizar a las personas, a los territorios históricamente olvidados y a las políticas públicas con impacto duradero.

La experiencia del primer año deja lecciones claras, que no basta con reasignar recursos, es indispensable cambiar la forma de gastar. Se deben evaluar programas, eliminar duplicidades, fortalecer la transparencia y vincular cada peso a resultados medibles, sin excepción. Esto quiere decir que el presupuesto debe convertirse en una palanca de desarrollo productivo, no en un simple instrumento asistencial.

Chiapas no ha cambiado en décadas porque el presupuesto, aunque creciente, no se pensó para transformar realidades, sino para administrar inercias. Hoy existe una oportunidad distinta y el desafío para el gobernador Eduardo Ramírez, tras este primer año de contención y reordenamiento, es pasar a la etapa de la transformación profunda, de invertir en educación de calidad, en salud preventiva, en infraestructura estratégica y en el desarrollo del campo y las economías locales.

El presupuesto 2026 abre esa posibilidad. El reto será que, por primera vez en mucho tiempo, el dinero público no solo se gaste, sino que verdaderamente cambie la historia de Chiapas. Esa es la tarea que deberán cumplir quienes sigan acompañando al Gobernador Ramírez para ayudarlo a construir su legado, de transformación y de palabra cumplida.

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