Es triste, pero en Chiapas, los apellidos tienen más peso que las ideas, y los compromisos valen más que las capacidades.
✍?REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Tocino, mi perro, no suelta su hueso ni aunque lo regañe. Panzón y consentido, se aferra como si fuera lo único que tiene. Y no está solo en ese comportamiento. Chuleta, mi otra perra, también tiene lo suyo: arrastra su trapo viejo por toda la casa, como si fuera un trofeo. Peppa, por su parte, prefiere acabar con mis macetas antes de disfrutar de su casita de madera. Me los quedo viendo y no puedo evitar hacer el símil con ciertos personajes de la política chiapaneca: aferrados al poder con uñas y dientes, aunque ya no lo necesiten, aunque ya no les corresponde.
Cada proceso electoral parece una broma de mal gusto. Cambian los colores, cambian los discursos, pero los rostros son los mismos. Es como ver una telenovela de las malas, donde el elenco sigue siendo el mismo, aunque la trama nos la quieran vender como nueva. Lo único que hacen es cambiarse la máscara, pero detrás de ella, siguen siendo los mismos de siempre.
EL PODER, UN HUESO DIFÍCIL DE SOLTAR
Mis estudiantes, a diferencia de quienes gobiernan, cada vez se interesan menos en lo que pasa en el estado. ¿Y cómo culparlos? La política en Chiapas parece un circo donde siempre actúan los mismos payasos. Los hijos, los primos, los amigos. Se reparten el poder como si fuera una herencia. Lo ves, lo sientes en el aire: la gente ha dejado de creer.
Es triste, pero en Chiapas, los apellidos tienen más peso que las ideas, y los compromisos valen más que las capacidades. Los políticos, como mis perros con sus huesos y trapos, no sueltan el poder por nada del mundo. Y cuando parece que lo van a hacer, solo es para pasarselo a alguien con el mismo ADN. Y mientras tanto, Chiapas sigue en el rezago, esperando que algún día algo, lo que sea, cambie.
He visto cómo, elección tras elección, aparece alguna “nueva promesa”. Gente que dice que hará las cosas de manera diferente, que cambiará el rumbo. Pero, con una mirada más cercana, siempre descubres la verdad: es el hijo de aquel, el sobrino de esa, la esposa de uno que ya estuvo. Y es entonces cuando uno entiende que no hay cambio real, solo una pantomima.
Pero lo que más me indigna, y aquí viene lo grave, es hasta dónde son capaces de llegar por un puesto. En Chiapas, ciertos apellidos son tan poderosos que hasta se reinventan a sí mismos. Hay quienes, por un curul, son capaces de usurpar su propia identidad, de vender una parte esencial de lo que son para ganar simpatías. Es irónico, ¿no? Cambia tu piel, o mejor dicho, tu sexualidad, para conseguir lo que quieres. Me recuerda a Peppa -mi perra-: destruyendo lo que tiene enfrente con tal de conseguir algo que, al final, ni siquiera necesita.
Pero no es solo una cuestión de apellidos. El problema va más allá. Está en las decisiones que se toman, en los compromisos que se adquieren en lo oscuro, lejos de los ojos del pueblo. Y aunque parezca que hablo en clave, cualquiera que me lea en Chiapas entenderá de quiénes estoy hablando. Los que están a punto de entrar tienen una oportunidad única en sus manos: demostrar que el poder no es un hueso que deba quedarse siempre en las mismas manos. Pero ¿lo harán? Solo el tiempo lo dirá.
Lo que sí sé es que, si no sueltan el hueso, si siguen jugando a la política como si fuera un negocio familiar, Chiapas no saldrá del mismo ciclo de siempre. Y los jóvenes, como mis estudiantes, seguirán alejándose cada vez más de todo lo que suene a política, hartos de ver las mismas caras, los mismos apellidos.
EL HUESO NO PUEDE QUEDARSE EN LAS MISMAS MANOS
A veces, miro a mis perros en el jardín y pienso en Chiapas. Tocino con su hueso, Chuleta con su trapo, Peppa con sus macetas destrozadas. Todos aferrados a algo, aunque ya no lo necesiten, aunque ya no les sirva. Y entonces entiendo que en la política pasa lo mismo: quienes ya tienen todo, siguen queriendo más, sin darse cuenta de que, al final, lo único que están haciendo es destruir lo que tienen.
El futuro de Chiapas depende de que, por fin, alguien se atreva a soltar ese hueso y darle oportunidad a nuevas voces, a gente capaz, preparada y con verdadera vocación de servicio. Si no lo hacen, seguiremos viendo las mismas historias, repetirse, una y otra vez, como un ciclo sin fin.
Cordial saludo.

Opinión muy acertada… es una muy triste realidad, es difícil que ésta cadena de apellidos termine pero roguemos que al menos los que lleguen al poder realmente tengan AMOR por Chiapas y hagan MUCHO para que avancemos y tengamos progreso como en algunos estados del norte del país, que aunque muchos de.ellos también siguen esa línea de apellidos, aman a su tierra y dia a día se.les ve el progreso. Saludos Erick!